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¿Cómo les digo a mis padres que llevo un tatuaje?

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Vamos a ver, ¿es que acaso no has andado últimamente por la calle de cualquier ciudad? ¿No has visto a la dependiente, al mesero, al taxista, al policía, a la secretaria, al que le cuesta llegar a fin de mes y al que no sabe cuándo finaliza el mes, al extrovertido o al que baja la mirada, al millenial y al que podría tener casi mil, al lienzo blanco u oscuro, al repartidor y al ejecutivo? ¿No te has fijado?

"En España, aproximadamente un 42% de la población tiene algún tatuaje"
(Dalia Research, 2018)

.A cualquier punto cardinal que mires, en menos de 15 segundos, verás una persona
tatuada.
  Hoy los lienzos están vivos y caminan junto a ti en la calle, las exposiciones de arte ya no son potestad de las galerías, hoy las encontramos por doquier y todas dicen: ¡mírame!

Dicho lo visto, los padres de Angustias no estaban por la labor de aceptar de buenas a primeras que su hija se “estigmatizara de por vida”.  Qué dramático suena eso, en
estos tiempos pocas cosas son estigmatizantes y menos aún  “de por vida” , salvo la vida misma que dura lo que dura, y sí, a veces es dura.  En último caso tienes el láser, y en unos años quién sabe qué cosa inventan.

Pero entendamos que la motivación de todo padre es proteger a sus hijos de posibles
futuros amenazantes, que por cierto,  rara vez llegan.  Que qué pensarán tus primos, que no te darán empleo, que no podrás donar sangre, que te pueden contagiar la hepatitis, que cómo te verás cuando te arrugues, qué le dirás a tus propios hijos, y tantos otros argumentos como padres hay.   Definitivamente la intención es buena pero llevada un poco al extremo,       – ¡esto lo entenderás cuando tengas tus propios hijos!….diría tu madre.

Bueno, al extremo depende, porque si tienes 14 años chaval vas por mal camino, porque mientras vivas en esta casa, yo pague tus gastos, y no seas capaz de mantener tu pocilga ordenada….nojjj…

Había noches que Angustias no dormía pensando en la mejor forma de contárselo.  Sabía que fuese cual fuese el argumento o estrategia, ellos igualmente se encolerizarían. 
¿Y cómo hiciste?  

Bueno, un día se me ocurrió algo mientras miraba una peli en la tele.  Para entonces yo tenía 18 años.  Era viernes por la tarde, mis padres tomaban algo en el salón, patatas, aceitunas, esperaban a unos amigos.  Ahora o nunca.  Me acerqué lentamente mirando al suelo, me senté en el sofá y solemnemente dije,         

     – papá, mamá, tengo algo importante que deciros….

Silencio gélido, caras tensas, la cuarta dimensión se detuvo y la eternidad se instaló
allí.

En realidad no me consta, pero sé que luego de ese preámbulo, en esos segundos de silencio,
mis padres ya habían pensado al doble de la velocidad de la luz, cientos de alternativas
de lo que yo les diría a continuación: la niña se va a vivir con el novio, está embarazada, tiene una enfermedad rara, abandona la universidad, se ha unido a la siniestra secta Hijos de Belcebú, en fin, lo que nos faltaba…
       

      – es que me he hecho un tatuaje…

Mi padre tragó con alivio la cerveza ya caliente contenida en su boca, mi madre lo miró
relajando la expresión y suspiró entrecerrando los ojos en un lento parpadeo…

         
 -es pequeño, en el hombro, y sé que os va a gustar mucho, mirad

          -vaya hija, esteee, haberlo dicho, te habrá dolido mucho, pero bueno, está chulo, que tal y cual, vamos a ver.   (Q u é a   l   i  v   i   o     j     o     d    e     r)

Esa noche Angustias por fin pudo dormir tranquila. 

Esta es su historia con final feliz. 

¿Te ha pasado algo similar a ti?  Cuéntanos, ¿cómo lo has resuelto?

Felices sueños,

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